Caballo de Troya
El viejo Fulgencio cuidaba un hato de ovejas que buscaban
hierba en la aridez del suelo cuando vio un punto luminoso que se impactó con
la superficie dura de la tierra levantando una nube de polvo y fragmentos de
roca y de minerales extraños.
Se restregó las orejas con sus manos ásperas pues sintió que
le habían reventado. Cerró y abrió varias veces los ojos para limpiarlos del
polvo y se dispuso a reunir a su ganado que corrió espantado por el ruido de la
colisión del objeto. Cuando tuvo bajo control a sus animales regresó al sitio
de impacto para atestiguar que en realidad se trataba de una nave alienígena
que se disolvía goteando como las candelas de cera de su casa. Lo que más
impresionó a Fulgencio fue ver a un ser de cuerpo endeble y gran cabeza que
albergaba un cerebro poderoso. Era el único sobreviviente del aterrizaje
fallido, pero no por mucho tiempo pues la vida se le escapaba por una herida en
el costado por donde emanaba un líquido amarillento.
El viejo pastor quedó confundido no tanto por la increíble
letanía de raigambre matemática que sonaba en su cabeza y no entendía, más bien
porque el ser no tenía boca para mascullar palabras. El alienígena sabía del pobre
razonamiento de los habitantes del planeta que visitaba, instruirlos era el
objetivo de su misión. Lo que no estaba en sus planes era el accidente que
modificaba la estrategia de contacto con los habitantes del planeta. Su
condición de moribundo le obligaba a entregar la información al único terrícola
que contactaron, así fuera un ignorante cuidador de especímenes irracionales.
De modo que el extraterrestre incrustó en el cerebro de
Fulgencio imágenes del avance tecnológico que venían a ofrecer. Fue así que el
viejo vio un electroencefalograma intercraneal para registrar la actividad
electrofisiológica de pacientes con epilepsia. Vio el resurgimiento de un Ritmo
Gamma de 44 hertzios elevado hasta 100 en el hipotálamo a causa de la zozobra
de la memoria. Vio docenas de Universos Burbuja con sus propias constantes
físicas, conformados por la energía del espacio vacío de origen cuántico. Vio
amables robots cognoscitivos a punto de ser desenchufados. Vio una Interfaz
Neuronal, constituida por una venda con electrodos que permitía al pensamiento
puro determinar los movimientos y acciones de los ‘avatares’ virtuales de la
Segunda Vida. Vio unos metamateriales que refractan la luz y vuelven invisible
lo que rodean mientras generan un túnel electromagnético como agujero de gusano
para todas las frecuencias de ondas. Vio un binocular que combina óptica y
encefalograma para detectar la actividad de las ondas cerebrales del enemigo,
junto a cierto avión que aprovecha las ondas expansivas de su propio vuelo para
darle aire comprimido al reactor. Vio insectos espía y abejas que detectan
explosivos. Vio robots exterminadores autómatas con una armadura transparente
de aluminio capaz de resistir proyectiles iracundos. Vio el Homúnculo
Sensorial, la imagen antropomorfa modelada por la conciencia donde el cerebro
era abatido por el burbujeo de la sangre. Vio ‘El Daleth’ al derecho y al
revés… y lo único que le resultó familiar fue cuando vio la versión ancestral
de sí mismo metido en un caballo de madera: su otro yo esperaba la orden de
Odiseo para salir a atacar a los troyanos…
El ser confesó que su hábitat era constantemente asediado
por una civilización superior para tomarlos como mascotas o esclavos. Mencionó
que esos seres no tenían ninguna semejanza con la especie Homo. Explicó que se
trataba de especímenes no orgánicos, pues desde el punto de vista humano ningún
ser viviente se conformaba de los metales que los constituyen.
Los seres son un tipo de armazón autómata que toma formas
eficientes para su desplazamiento entre cuyos intersticios moleculares se
dispersa el flujo de conciencia de lo que se podría denominar vida: el
remanente orgánico sirve como pegamento de las nanopartículas y podría
considerarse como “Pura Conciencia” apenas adherida a la materia.
Por último, el extraterrestre cerró los ojos que se
conformaban de cientos de granitos iridiscentes y le tendió con su postrer
soplo de energía un disco de brillo metálico que contenía los conocimientos
para desarrollar una civilización superior.
Lo que ocultó el alienígena fue la verdadera intención de su
misión: Otorgar conocimientos a la primitiva civilización de los terrícolas que
les permitiera desarrollar su intelecto y resultaran atractivos a los seres
metálicos, pues además tienen la ventaja de que se reproducen con facilidad y
no son solidarios con las pérdidas ajenas.
A Fulgencio le pareció que toda esa retahíla de cuentos solo
era producto de la insolación y de la condenada cruda que le provocó el consumo
excesivo de pulque en la víspera. De modo que hizo lo que todo buen cristiano
debe hacer, dio sepultura amontonando rocas sobre el cuerpo y los restos de la
nave. También depositó con negligencia el disco bajo el brazo inerte del ser.
Poco después se arrepintió… pensó que el disco metálico
podría tener alguna utilidad, de modo que retiró unas cuantas piedras y extrajo
el objeto, lo examinó, lo puso a prueba en el fuego y determinó que era bueno para
calentar sus tortillas.