domingo, 9 de mayo de 2021

 


Paradojas

Aún con todas sus extrañezas y fobias él es el hombre que amo.

Nuestros primeros contactos fueron por internet, y sí, fue en ese mundo virtual que encontramos nuestra verdad. A través de ese medio la distancia nos acercó. Sé que en las redes sociales se disfraza la verdad, pero nuestra identidad digital era congruente con lo que somos.

Nos contamos generalidades como que él es el hijo primogénito de un matrimonio humilde que vive en constante incertidumbre en un barrio de narcotraficantes donde lo único seguro es la inseguridad. Tampoco ocultó su nombre tan peculiar: Segundo Quebranto y los más importante, nos confesábamos intimidades; me contó sus temores e ilusiones.

Todo parecía acomodarse conforme a nuestros deseos. Invadidos de entusiasmo decidimos casarnos. Sabía que Segundo Quebranto sería mi única felicidad. Quien iba a imaginar que a la hora de estampar nuestras firmas frente al juez que nos uniría fue los que nos separó. No haberle dicho que mi apellido era Alegre fue un pequeño detalle de enorme importancia. Una omisión que sumó desconfianza y mientras más aclaraba más se ensombrecía todo.

Ver el acomodo de nuestros nombres unidos era una expresión paradójica, era hacerme feliz y desgraciada al mismo tiempo. él me convirtió en la señora Alegre de Quebranto y nuestros hijos estarían estigmatizados por sus apellidos: Quebranto Alegre.

Antes de alejarse me miró un instante de esa forma que dura para siempre en la memoria, porque vi la sonrisa mas triste que he visto en mi vida.


250 palabras sin título.


Como podrán haber constatado acudo a una fobia inventada, o eso creo, para asistir a esta convocatoria. La paradoxafobia sería el temor a las paradojas.