El
beso de la muerte
Soy
hombre habituado a los principios científicos de experimentación y
comprobación, alejado de dogmas y a prudente distancia de supersticiones y de
eventos sobrenaturales. Esta determinación es conocida de sobra por mis amigos
quienes en muchas ocasiones han puesto a prueba mi incredulidad y temple.
Se
cuenta que la plaza de las Tres Culturas es un lugar mágico, en el que no es necesario
realizar ninguna invocación esotérica para usurpar los misterios a la noche. Es
en este lugar donde mi amigo Raúl me ha arrastrado con la promesa de no volver
a involucrarme en estos tópicos.
Corre
un aire frio que me arranca el último girón de esperanza del vértigo de lo sobrenatural,
de modo que fastidiado me despido de mi amigo, estoy por marcharme con mis creencias
intactas, pero me detiene la formación de un remolino frente a nosotros. El
polvo se enrosca junto con unas hebras luminosas que, al perder ímpetu en lugar
de desvanecerse en el aire, conforman sin prisa ante nuestros ojos una figura inconexa
e ingrávida.
Aunque
perplejo, no pierdo mi capacidad de observación y puedo afirmar que sus
movimientos tienen la armonía y el atractivo del aura boreal, intento proclamar
mi asombro, pero me arranca del piso. Tiemblo. Herido en mi orgullo de hombre valiente,
concentro todo mi esfuerzo para proferir imprecaciones de baja ralea, pero sus ojos
huecos adormecen mis sentidos y solo queda la sensación de caer al vacío… Recupero
conciencia por el dolor inmenso en la espalda, mis pulmones demandan oxígeno
pues el golpe los comprimió expulsando todo el aire, tras un breve momento de desorientación,
descubro que estoy sumergido en agua, ¿hacia dónde nadar para alcanzar la
superficie?, caí de espalda, es evidente, pero pude haber girado dentro del
agua, afortunadamente mi hábito de razonar mis actos me rescata de la
vacilación, fuerzo mi cuerpo a una posición horizontal y espero a que mis pies
desciendan, son más densos que mi torso. Al sentir la diferencia establezco la dirección,
llego a la superficie e inhalo tanto aire que surge un bramido de mi garganta.
El
olor putrefacto característico de animales en descomposición me sugiere que estoy
en aguas estancadas y a ras o por abajo del nivel de tierra, sólo así se
explica que cayeran al estanque. Desplazo mi mano extendida sobre la superficie
en busca de algo sólido, la oscuridad es impenetrable, tiento un objeto
redondeado, lo palpo para delinear su contorno y con horror descubro que se
trata de una calavera, estoy a punto de soltarla, pero no estoy para sensiblerías,
la necesito para localizar algún margen. Al lanzarla, para conocer mi entorno, no
imprimo mucha fuerza que me sumerja a reacción, mi expectativa es que golpee a
otra superficie que no sea agua, y no tengo suerte. Encuentro otro objeto y realizo
un segundo lanzamiento en sentido contrario, ¡eureka! el madero se estrella con
alguna estructura metálica.
Nado
en esa dirección y algo de gran tamaño cae no muy lejos de mí. Cauteloso me
mantengo inmóvil y después de instantes de angustia escucho el chapoteo que se
ejecuta al intentar mantenerse a flote, sin determinar si es un animal o un ser
humano me aventuro a llamarlo.
–¿Se encuentra bien?
El
chapoteo se intensifica y deduzco que es un animal que perturbé aún más. El
ruido cambia, parece una riña. Una luz
intensa violenta la noche y me devela la imagen incorpórea que levantaba a Raúl.
Oscuridad. Aparece una segunda luz para mostrar el espectáculo más horrendo, a
través de una oquedad que figura ser una boca se prende a la de Raúl y no puedo
suponer que quiera revivirlo, ¿Qué vida puede aportar ese ser?, por el contrario,
succiona hilos vitales. Me paralizo, pero qué puedo hacer ante ese poder sobrehumano,
y, sin embargo, emito penosos alaridos y golpeo el agua para distraerla… es
infantil esperar que con esa acción libere a mi amigo, la luz desaparece y presiento
que soy el próximo.
Surge
aluzando una escalera con pasamano que significaba mi salvación, pero se sitúa frente
a ella, volteo en otras direcciones y la oscuridad es total, sin más opción
regreso mi vista hacia el área iluminada y veo flotar diferentes esqueletos y
también un sutil movimiento de su manto para invitarme a cruzar, nado lento
para retardar el encuentro pues aún dudo si se trata de una treta, parece dilatar
mi agonía. Al estar a tres o cuatro brazadas de ella, levanto la vista y
observo la parte superior que no es un rostro humano ni un cadáver, es una masa
de gases con gesto de momia, se retira para darme paso y me aferro al pasamanos
de la escalera; me impulso para salir y ella posa su oquedad frente a mi rostro
y aspira un poco de mi aliento débil y cansado, por el horror me suelto y caigo
al estanque. Ella se aleja de la escalera para promover otro intento, pero esta
vez espero que repita su conducta y al hacerlo casi me alegro al constatar que,
no obstante que me aterra hasta provocar mi muerte, mi intelecto puede dar la
última batalla.
Resuelvo
morir con una última satisfacción, reaccionar de forma contraria a lo que ella
espera… Cuando abre su simulada boca me arrojo hacia ella y le pego mis labios …
La luz que emite titila, como si vibrara, y tengo la firme convicción de que me
he salvado.