lunes, 4 de octubre de 2021



Caballo de Troya

El viejo Fulgencio cuidaba un hato de ovejas que buscaban hierba en la aridez del suelo cuando vio un punto luminoso que se impactó con la superficie dura de la tierra levantando una nube de polvo y fragmentos de roca y de minerales extraños.

Se restregó las orejas con sus manos ásperas pues sintió que le habían reventado. Cerró y abrió varias veces los ojos para limpiarlos del polvo y se dispuso a reunir a su ganado que corrió espantado por el ruido de la colisión del objeto. Cuando tuvo bajo control a sus animales regresó al sitio de impacto para atestiguar que en realidad se trataba de una nave alienígena que se disolvía goteando como las candelas de cera de su casa. Lo que más impresionó a Fulgencio fue ver a un ser de cuerpo endeble y gran cabeza que albergaba un cerebro poderoso. Era el único sobreviviente del aterrizaje fallido, pero no por mucho tiempo pues la vida se le escapaba por una herida en el costado por donde emanaba un líquido amarillento.

El viejo pastor quedó confundido no tanto por la increíble letanía de raigambre matemática que sonaba en su cabeza y no entendía, más bien porque el ser no tenía boca para mascullar palabras. El alienígena sabía del pobre razonamiento de los habitantes del planeta que visitaba, instruirlos era el objetivo de su misión. Lo que no estaba en sus planes era el accidente que modificaba la estrategia de contacto con los habitantes del planeta. Su condición de moribundo le obligaba a entregar la información al único terrícola que contactaron, así fuera un ignorante cuidador de especímenes irracionales.

De modo que el extraterrestre incrustó en el cerebro de Fulgencio imágenes del avance tecnológico que venían a ofrecer. Fue así que el viejo vio un electroencefalograma intercraneal para registrar la actividad electrofisiológica de pacientes con epilepsia. Vio el resurgimiento de un Ritmo Gamma de 44 hertzios elevado hasta 100 en el hipotálamo a causa de la zozobra de la memoria. Vio docenas de Universos Burbuja con sus propias constantes físicas, conformados por la energía del espacio vacío de origen cuántico. Vio amables robots cognoscitivos a punto de ser desenchufados. Vio una Interfaz Neuronal, constituida por una venda con electrodos que permitía al pensamiento puro determinar los movimientos y acciones de los ‘avatares’ virtuales de la Segunda Vida. Vio unos metamateriales que refractan la luz y vuelven invisible lo que rodean mientras generan un túnel electromagnético como agujero de gusano para todas las frecuencias de ondas. Vio un binocular que combina óptica y encefalograma para detectar la actividad de las ondas cerebrales del enemigo, junto a cierto avión que aprovecha las ondas expansivas de su propio vuelo para darle aire comprimido al reactor. Vio insectos espía y abejas que detectan explosivos. Vio robots exterminadores autómatas con una armadura transparente de aluminio capaz de resistir proyectiles iracundos. Vio el Homúnculo Sensorial, la imagen antropomorfa modelada por la conciencia donde el cerebro era abatido por el burbujeo de la sangre. Vio ‘El Daleth’ al derecho y al revés… y lo único que le resultó familiar fue cuando vio la versión ancestral de sí mismo metido en un caballo de madera: su otro yo esperaba la orden de Odiseo para salir a atacar a los troyanos…

El ser confesó que su hábitat era constantemente asediado por una civilización superior para tomarlos como mascotas o esclavos. Mencionó que esos seres no tenían ninguna semejanza con la especie Homo. Explicó que se trataba de especímenes no orgánicos, pues desde el punto de vista humano ningún ser viviente se conformaba de los metales que los constituyen. 

Los seres son un tipo de armazón autómata que toma formas eficientes para su desplazamiento entre cuyos intersticios moleculares se dispersa el flujo de conciencia de lo que se podría denominar vida: el remanente orgánico sirve como pegamento de las nanopartículas y podría considerarse como “Pura Conciencia” apenas adherida a la materia.

Por último, el extraterrestre cerró los ojos que se conformaban de cientos de granitos iridiscentes y le tendió con su postrer soplo de energía un disco de brillo metálico que contenía los conocimientos para desarrollar una civilización superior.

Lo que ocultó el alienígena fue la verdadera intención de su misión: Otorgar conocimientos a la primitiva civilización de los terrícolas que les permitiera desarrollar su intelecto y resultaran atractivos a los seres metálicos, pues además tienen la ventaja de que se reproducen con facilidad y no son solidarios con las pérdidas ajenas.

A Fulgencio le pareció que toda esa retahíla de cuentos solo era producto de la insolación y de la condenada cruda que le provocó el consumo excesivo de pulque en la víspera. De modo que hizo lo que todo buen cristiano debe hacer, dio sepultura amontonando rocas sobre el cuerpo y los restos de la nave. También depositó con negligencia el disco bajo el brazo inerte del ser.

Poco después se arrepintió… pensó que el disco metálico podría tener alguna utilidad, de modo que retiró unas cuantas piedras y extrajo el objeto, lo examinó, lo puso a prueba en el fuego y determinó que era bueno para calentar sus tortillas.