Agua
–!No te culpes amor! No te martirices –le dice para
consolarlo mientras con ternura le acaricia la barba sin afeitar.
Él parece no haber oído. Ambos están a la orilla de un
estanque natural que sirve de remanso al riachuelo que cruza los linderos del
jardín. Él, acuclillado, sigue con la mirada perdida en la profundidad del
agua, ella, de rodillas, también la mira, estudia los gestos reflejados de su
esposo que se distorsionan con algunas hojas que el viento arroja sobre la superficie
cristalina.
No quiere que ella perciba que adiciona más signos de
quebranto, pero una lágrima gruesa que rodó su rostro cae formando ondas
concéntricas sobre el espejo del
agua, con apremio sumerge la mano para borrarlas y también aleja algunas carpas
rojas que rutinarias se acercaron a explorar qué había caído.
Ya no puede reprimirse y el sollozo interno le deviene
en un llanto escandaloso, ella estira los brazos para rodearlo por el cuello,
él la abraza y así lloran juntos por un tiempo prolongado.
Él agradece a su esposa y menciona sentirse mejor, se
incorpora y deja caer la muñeca que de tanto estrujarla le alborotó el cabello.
Ofrece a su esposa la mano para ayudarla a incorporarse.
Antes de ponerse en pie levanta la muñeca, la aprieta con fuerza hasta
lastimarse y la arroja con fuerza hacia
el otro extremo del estanque. Al impactarse con el agua rompe la imagen
reflejada del columpio roto que cuelga de la bóveda verde de un árbol.
“Muy sentida es la
muerte cuando el padre queda vivo”.
Seneca
Muy bueno tu micro, triste realmente hasta la angustia, pues el dolor más grande es ese tipo de pérdida.
ResponderBorrarMuy bien relatado, me gustó mucho, saludos.
PATRICIA F.
Tremendo, Alfredo. El final es demoledor. Solo en esa última frase es cuando se intuye lo que ha sucedido e impacta muchísimo. Pintas muy bien la escena y sin ser explícito nos asomas a la tragedia del protagonista. Muy buen micro.
ResponderBorrarUn micro que provoca interés desde el principio, lleno de sentimientos, de tristeza. Como dice Marta, es hasta el final que se revela la terrible verdad de la pérdida de un hijo/hija. Un final a la altura y que impacta mucho. Gracias por este relato. Saludos.
ResponderBorrarTerrible frase y terrible lo que deja vislumbrar tu magnífico relato. Casualmente es muy similar a la frase que estuve a punto de coger para mi micro. Es de Joan Didion y dice: «Cuando hablamos de mortalidad, estamos hablando de nuestros hijos». Cambié de idea porque me resultaba excesivamente doloroso hablar de ello.
ResponderBorrarUn beso.
Que triste micro . No se percibe ese final tan dramático .
ResponderBorrarLa frase es demoledora
Un abrazo Alfredo
Puri
Hola Alfredo: Tremendo micro y esa última frase que lo dice todo. Un saludo.
ResponderBorrarNo hay una tristeza mayor en el mundo. Es inimaginable. El final aclara la historia y le da toda la rotundidad que tiene, Alfredo. Un saludo.
ResponderBorrarVaya , he cometido el error de leer primero ña frase, y en este texto tan sentido, me he destripado el final.
ResponderBorrarHas usado la frase, de modo que, sin incluirla en el texto, le da sentido. Un recurso muy original e impactante.
Abrazoo
Relato lleno de sentimientos, tristeza y dolor, y es que no puede haber mayor dolor que la muerte de un hijo, y así es como Séneca lo define y tu relato refleja. Un fuerte abrazo.
ResponderBorrarDudo que exista mayor dolor que ese, el recorrido fue lleno de dolor y desesperanza.
ResponderBorrarUn abrazo
Excelente trabajo, Alfredo. Un relato con una magnífica trama, con una imagen final cuasi onírica que nos abre los ojos al trasfondo que flotaba entre lineas en la historia.
ResponderBorrarBuen relato, me ha gustado. Un abrazo.
Hola Alfredo. Aunque no se dice en ningún momento a lo largo del relato, según se avanza en su lectura se intuye una tragedia que se va perfilando con la imagen de la muñeca y se nos revela en toda su crudeza al aparecer el columpio roto. Sin duda pocos dolores hay mayores que ese. Tremendo e impactante micro. Un abrazo.
ResponderBorrarHola Alfredo, un relato muy impactante y duro
ResponderBorrarY más si es el padre el que tiene que enterrar a su hijo
Cuando por ley de vida, tendría que ser al revés.
Saludos de flor.
Tan bello como triste, y la frase perfectamente plasmada. Me ha conmovido. Un abrazo
ResponderBorrarNo puedo dejar de pensar. Pero esa perdida corta tu vida en mil pedazos...
ResponderBorrarHola, Alfredo. Una hermosa y sentida despedida de un hijo fallecido narrada bellamente. Por unos instantes he sentido yo la necesidad de abrazar también yo a la pareja. Hermoso relato. Un abrazo.
ResponderBorrar¡Hola, Alfredo! Si ya una muerte accidental es algo que uno jamás puede digerir, la muerte de un hijo es algo que jamás se puede superar. No existe para mí, en la línea de Séneca, mayor horror en vida que la muerte de un hijo, algo antinatural, algo que te arrasa de ira y te ahoga en la melancolía de los recuerdos. Un abrazo!
ResponderBorrarHola, Alfredo. Caramba. Me has roto con ese giro final. Me quedé atorando entre las profundidades de tus letras. Muy ingenioso y con un mensaje que solo de pensar duele y estremece.
ResponderBorrarUn abrazo!
Hola, Alfredo. Usas sal estanque como a un protagonista más de esta historia, toda ella tristeza y realidad. Y el giro final es impactante, demoledor.
ResponderBorrarUn muy buen trabajo. Felicidades.
Hola, Alfredo. Qué tremendo! Ese final nos pone los pelos de punta. La pérdida, el duelo, la culpa, todo se transmite en tu historia. Me ha conmovido. Un abrazo
ResponderBorrarMe alegra leerte de nuevo, Alfredo, nos tenías un poquillo abandonados, y casi digo huérfanos dejándome llevar por el tono tan bien conseguido del relato.
ResponderBorrarNos llevas de la mano de los ojos y de los sentimientos, por el laberíntico mundo engañosamente bello y sereno en un remanso del jardín idílico, hacia el triste final. No quiero ni imaginar lo que se debe sentir por la ausencia definitiva de un hijo. Demasiado doloroso.
Un abrazo.
Hola, Alfredo. Con tu micro nos pones de riguroso luto en cada frase. El drama y la desolación se recrea hasta que la desesperación rompe el reflejo de es columpio vacío.
ResponderBorrarSaludos.
Un relato tristísimo, como la frase en que te basas, pero está descrito con mucha sensibilidad y belleza. Un abrazo, Alfredo.
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